Nombre: Yon
Edad: 30
País: Panamá
Llegué a Panamá hace dos años junto con mi esposa y nuestros dos hijos, en plena época en donde el desprecio hacia los venezolanos estaba en su apogeo. No me atrevo a decir que era xenofobia, porque esa palabra tiene implicaciones más graves, pero sin duda alguna no éramos bienvenidos en este país. Había una opinión generalizada de que el venezolano era déspota y arrogante, en realidad esa no es la impresión que tengo de mi propio gentilicio y tampoco forma parte de los valores que me enseñaron en mi casa. Por tanto decidí que iba a dar lo mejor de mi a este país y a esta gente, para poder demostrar que los venezolanos no somos malos.
Edad: 30
País: Panamá
Llegué a Panamá hace dos años junto con mi esposa y nuestros dos hijos, en plena época en donde el desprecio hacia los venezolanos estaba en su apogeo. No me atrevo a decir que era xenofobia, porque esa palabra tiene implicaciones más graves, pero sin duda alguna no éramos bienvenidos en este país. Había una opinión generalizada de que el venezolano era déspota y arrogante, en realidad esa no es la impresión que tengo de mi propio gentilicio y tampoco forma parte de los valores que me enseñaron en mi casa. Por tanto decidí que iba a dar lo mejor de mi a este país y a esta gente, para poder demostrar que los venezolanos no somos malos.
Tomamos la decisión de venir para acá porque aquí tenemos
familiares, tanto mi esposa como yo, y ya conocíamos de fuentes cercanas como
era la calidad de vida y las oportunidades que teníamos aquí. Ambos somos
graduados en administración de empresas, y siendo esta una carrera que no
estaba reservada sólo para panameños, creíamos que podíamos ejercer aquí. Los trámites migratorios en Panamá son costosos y además
debíamos solicitar una homologación de nuestros títulos universitarios de Venezuela
ante una universidad Panameña, lo que hacía un poco más largo el proceso.
Traíamos unos ahorros y sabíamos cuanto nos costaría legalizarnos, no fue
ninguna sorpresa.
Durante al menos dos meses estuvimos quedándonos en casa de unos familiares que vivían fuera de Ciudad de Panamá. Ellos ya tenían 5 años aquí y trabajaban como agentes de bienes raíces. Conseguimos cupo para los niños en una escuela pública ya que el dinero que teníamos era para el trámite de la legalidad y subsistir mientras pudiéramos conseguir un empleo, cualquiera de los dos. Los niños empezaron a estudiar y eso nos daba toda la mañana libre para movernos en nuestra búsqueda de empleo, alquiler de una vivienda, etc.
Empezamos a caer en cuenta de la dura realidad; la vivienda es muy costosa en ciudad de Panamá y los sueldos son muy bajos, incluso para profesionales, además estaba difícil conseguir un trabajo que pagara bien mientras todavía no teníamos legalidad. Entendimos que era momento de hacer algo que nos generara un ingreso para poder seguir subsistiendo. No había marcha atrás, nosotros no teníamos a donde regresar en Venezuela, habíamos salido de nuestros bienes y todo lo llevábamos en la mano. Además después de todo, en este país estábamos comenzando a sentirnos seguros, sensación que hace mucho tiempo se nos esfumó en Venezuela.
Durante al menos dos meses estuvimos quedándonos en casa de unos familiares que vivían fuera de Ciudad de Panamá. Ellos ya tenían 5 años aquí y trabajaban como agentes de bienes raíces. Conseguimos cupo para los niños en una escuela pública ya que el dinero que teníamos era para el trámite de la legalidad y subsistir mientras pudiéramos conseguir un empleo, cualquiera de los dos. Los niños empezaron a estudiar y eso nos daba toda la mañana libre para movernos en nuestra búsqueda de empleo, alquiler de una vivienda, etc.
Empezamos a caer en cuenta de la dura realidad; la vivienda es muy costosa en ciudad de Panamá y los sueldos son muy bajos, incluso para profesionales, además estaba difícil conseguir un trabajo que pagara bien mientras todavía no teníamos legalidad. Entendimos que era momento de hacer algo que nos generara un ingreso para poder seguir subsistiendo. No había marcha atrás, nosotros no teníamos a donde regresar en Venezuela, habíamos salido de nuestros bienes y todo lo llevábamos en la mano. Además después de todo, en este país estábamos comenzando a sentirnos seguros, sensación que hace mucho tiempo se nos esfumó en Venezuela.
Yo tengo habilidades para la cocina y hace algunos años
trabajé en una panadería, por lo cual decidí lanzarme en el negocio del
catering desde casa. Seguíamos en casa de nuestros familiares y con su apoyo
comenzamos a preparar panes, empanadas y cachitos venezolanos, rollos de canela
entre otras especialidades. Mi cuñado (venezolano también) nos ayudó regando la voz entre sus colegas, quienes fueron nuestros primeros clientes. Nos hicimos unas tarjetas,
comenzamos a hacer marketing a través de una cuenta de Facebook y luego
instagram y con el paso del tiempo nos dimos a conocer. No fue nada fácil,
habían días en los que se nos quedaba más del 50% de la comida fría. Todavía
casi dos años después, no puedo decir que conozco a cabalidad el patrón de
consumo del panameño, la verdad es bastante impredecible, pienso que también
tiene que ver con el hecho de que hay mucha oferta (competencia para nosotros)
y que tienen la posibilidad de elegir comer algo distinto cada vez que quieran.
Sin embargo, debo decir que con el paso del tiempo, y gracias al apoyo
incondicional de nuestra familia, pudimos mantenernos en pie durante los
momentos más difíciles y seguir adelante con el catering.
Hoy en día, ambos tenemos nuestros permisos como profesionales extranjeros, pero seguimos dedicándonos al negocio del catering que ha ido creciendo muy poco a poco. Vivimos en un apartamento en la ciudad, y aunque hemos encontrado muchos retos en el camino (ya nos hemos tenido que mudar dos veces porque los vecinos se han quejado por el olor de la comida todo el día), nos hemos podido mantener fuertes, enfocados en que nuestro objetivo era estar seguros, tener calidad de vida y brindarles a nuestros hijos un presente y un futuro mejor. Tengo algunos amigos panameños y creo que he podido probarles que sí hay venezolanos buenos, trabajadores, honestos y chéveres. Aunque todavía no puedo decir que tengo la vida que sueño, al menos estoy en camino a conseguirlo.
Hoy en día, ambos tenemos nuestros permisos como profesionales extranjeros, pero seguimos dedicándonos al negocio del catering que ha ido creciendo muy poco a poco. Vivimos en un apartamento en la ciudad, y aunque hemos encontrado muchos retos en el camino (ya nos hemos tenido que mudar dos veces porque los vecinos se han quejado por el olor de la comida todo el día), nos hemos podido mantener fuertes, enfocados en que nuestro objetivo era estar seguros, tener calidad de vida y brindarles a nuestros hijos un presente y un futuro mejor. Tengo algunos amigos panameños y creo que he podido probarles que sí hay venezolanos buenos, trabajadores, honestos y chéveres. Aunque todavía no puedo decir que tengo la vida que sueño, al menos estoy en camino a conseguirlo.
Condición de legalidad: Residente
Tiempo en el extranjero: 2 años
Emigró en Familia
Comentarios
Publicar un comentario